viernes, 24 de abril de 2020

24 de abril


De adentro hacia afuera

Por Gloria Copeland
«Por lo tanto, todos nosotros, que miramos la gloria del Señor a cara descubierta, como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» 
(2 Corintios 3:18)

¿Alguna vez has considerado el hecho de que el hombre es la única criatura creada por Dios que debe usar ropa para cubrirse? Todas las otras criaturas poseen sus propias vestiduras. A algunas les crece pelaje, a otras plumas, escamas o piel curtida. ¡Pero todas se visten de adentro hacia fuera!

La mayoría de la gente no lo sabe, pero, al principio, el ser humano se vestía también de esa manera. El hombre fue hecho a la imagen de Dios. En Ezequiel 8:2 vemos que Dios se viste de fuego desde sus lomos hacia arriba y hacia abajo. Ese fuego es Su gloria, la cual emana hacia afuera desde Su interior.

Cuando el hombre fue creado también era así. Adán estaba vestido con la misma gloria de Dios. Resplandecía desde su ser interior hacia afuera. Por eso, no tenía conciencia de su desnudez hasta después de pecar, y la gloria se alejó de él.

Fue un día trágico cuando el hombre perdió esa gloriosa vestidura. Pero quiero que sepas algo: no se perdió para siempre. En la Palabra de Dios dice que podemos recuperarla.

Cuando pusimos nuestra fe en la Sangre de Jesús y nacimos de nuevo, la gloria de Dios vino a morar otra vez en nosotros. Quizás ahora esté bien oculta, pero créeme, está ahí.

La Biblia dice que al mirar el rostro del Señor (cuando estudiamos Su Palabra y estamos en comunión con Él) y al renovar nuestra mente para entender mejor quiénes somos en Cristo, nuestra imagen externa será también transformada a la imagen del Señor. Al aprender a escuchar la voz de Dios y obedecerle, comenzaremos a reflejar externamente la gloria misma de él que hay en nosotros. Poco a poco ¡seremos transformados de adentro hacia fuera!

En lugar de mantener tu mirada en tu guardarropa cada mañana, tómate el tiempo para contemplar a Jesús y meditar en Su Palabra. Deja que Él te vista con Su presencia radiante. Una vez que la gloria del Señor comience a brillar en tu vida, cualquier cosa que te pongas se te verá hermosa.

Lectura bíblica: Salmo 8

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